El protocolo en l�neas generales
se puede definir como el conjunto de normas y disposiciones legales
vigentes que, junto a usos, costumbres y tradiciones, rige la
celebraci�n tanto de actos p�blicos como privados. Un profesor que tuve
hace ya algunos anos, el senor don Felio Vilarrubias, prestigioso y
experto profesor en materia de protocolo, lo defin�a con dos palabras:
ciencia y arte. Ciencia que trata temas referentes a la diplomacia, la
historia, la her�ldica, etc�tera, y arte que trata de conjugar la
armon�a, la est�tica, el estilo, etc�tera. Se convierte, por tanto, en
norma fundamental que sirve para establecer la organizaci�n de actos a
cual m�s diverso, y todo ello para que confluya en una sola direcci�n
que tiene por objeto ofrecer y destacar una buena imagen y un mensaje de
cara al exterior.
Para algunos sectores de la
sociedad y algunos medios de prensa el protocolo no deja de ser y
representar en el sentido m�s peyorativo, lo malo, el acartonamiento, la
rigidez, el envaramiento, la vestimenta, el saber comerse los
langostinos con cuchillo y tenedor, �sa es la idea que se transmite
desde la mayor�a de los medios de comunicaci�n. Sin embargo, en nuestra
sociedad todo funciona bajo un protocolo m�s menos r�gido dependiendo de
a quien queremos agradar, parecer o satisfacer en un momento dado y no
entiende de clases ni estatus. El orden, el concierto y las ganas de
agradar est�n en todos nuestros actos. Cuando invitamos a comer en
nuestra casa a alguien que no forma parte de nuestros m�s pr�ximos,
tratamos de dar una imagen de distinci�n con la presentaci�n de la mesa,
con las viandas, con el entorno, etc�tera. Cuando acudimos a un acto
p�blico o privado donde entendemos que no vamos o no queremos pasar
desapercibidos, procuramos presentar la mejor imagen a trav�s de nuestra
vestimenta para que nos haga parecer diferentes y distinguidos. Cuando
acudimos a una conferencia, en seguida comprendemos qui�n es la
autoridad o el personaje relevante y todo ello por el lugar que ocupa en
la escena, en la mesa, en el p�lpito, en el estrado, etc�tera. El
protocolo en resumen refleja la imagen individual o de la instituci�n y,
es por tanto, la herramienta que utilizamos todos para darnos a conocer
y enviar el mensaje que deseamos en un momento dado.
Hace pocas fechas podemos recordar
las reuniones que mantuvo el presidente del Gobierno, el senor Zapatero,
con los banqueros de este pa�s, en la primera todos pudimos ver la
escena del sof� con un clima totalmente distendido, una reuni�n de
car�cter coloquial, de medio trabajo; sin embargo, en la �ltima reuni�n
el escenario era ya totalmente diferente, los asientos eran altos, el
clima era de trabajo al m�s alto nivel, banqueros a derecha e izquierda,
se trataba de lanzar un mensaje de rigor a trav�s de los gestos,
independientemente de que la letra la pusiesen m�s tarde los diferentes
medios de comunicaci�n.
Sin embargo, lo que ahora nos
ocupa es el protocolo de Estado y no el de andar por casa, se trata,
pues, de una herramienta regulada �sta por una norma, ya que la conexi�n
del protocolo debe corresponderse con el modelo de Estado actual, eso es
fundamental. El protocolo es un producto hist�rico que obedece a dos
coordenadas fundamentales que son las de lugar y tiempo. En Espana el
modelo de Estado nos lo proporciona la Constituci�n de 1978, es, por
tanto, que establece un modelo basado en una serie de principios y en la
conjunci�n de varias administraciones p�blicas: la Administraci�n
estatal o central, las administraciones auton�micas, las
administraciones locales y las administraciones institucionales; con
este juego de administraciones hay que hacer que funcione todo el
entramado de las relaciones. La Constituci�n reproduce unos esquemas que
en cierta manera son otro asunto del pasado, pero adaptados, eso s�, a
los nuevos tiempos; es decir, hay una Jefatura del Estado representado
por la Corona y hay formalmente al menos una divisi�n de poderes, se
puede poner en entredicho por lo que estamos viendo cada d�a y lo que la
prensa nos acerca a todos los ciudadanos, pero formalmente est�n ah�: el
poder Ejecutivo, el Legislativo, y el Judicial. Fue precisamente ese
modelo de Estado el que oblig� a cambiar las normas protocolarias y as�
se hizo porque la organizaci�n de los actos as� lo exig�an, se hizo bajo
la presidencia del senor Gonz�lez y se encarg� al jefe de protocolo del
Estado, en aquel momento el senor Mart�nez Correcher, de ese trabajo
nace el R. D. 2099/1983, �ste recoge una serie de principios muy
pensados y estudiados y prueba de ello son los art�culos 10 y 18, que,
de manera alguna, establece la forma de colocar a las autoridades en los
actos de car�cter p�blico. Desde 1983 han ido cambiando algunos puestos
dentro de la estructura del Estado; sin embargo, tan s�lo son ajustes
t�cnicos.
El problema del R. D. es que tiene
que convivir con el propio Estado de las autonom�as, donde �stas tienen
sus propias autoridades y en algunos casos pretenden prevalecer por
encima de las del Estado central; si nos paramos a pensar el modelo que
recoge la Constituci�n, el modelo de Estado auton�mico es un modelo
cohesionado; sin embargo, en el momento presente no est� ultimado, no
est� terminado, no hay nada m�s que ver a trav�s de los medios de
comunicaci�n las diferentes sensibilidades que hay en este pa�s para
darse cuenta de ello, es por esto que quiz� no se ha tocado el R. D. de
precedencias del Estado, precisamente para no abrir la caja de los
truenos y que sea �sta la disculpa del gran debate. De todos es conocido
que este R. D. no contempla el ordenamiento de autoridades de la Uni�n
Europea; sin embargo, en casi todos los edificios p�blicos aparece la
bandera de la Uni�n Europea, una vez m�s se tiene miedo a reformar esta
normativa por lo que en cierta manera pueda traer consigo.
En cuanto a los tratamientos
tambi�n se ha producido un gran desconcierto y todo ello en gran medida
por el exceso de vanidad humana. En 2003 la ley de Bases del R�gimen
Local refuerza el uso del tratamiento de los alcaldes y se da la
paradoja que el Ministerio de Administraciones P�blicas en 2005, estando
al frente el senor Jordi Sevilla, crea el �C�digo del buen gobierno�,
donde se establece que todos los tratamientos ser�n en adelante de senor
y senora seguidos del cargo. Es decir, que en un momento determinado en
una mesa en un acto p�blico bien pudi�ramos encontrar sentados a la
misma a un Ilmo. Sr. Alcalde con un Sr. Ministro. Todo esto viene a
representar el reflejo de la diversidad que vivimos hoy en d�a y la
importancia del uso y manejo de esta herramienta que conocemos como
protocolo.