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La imagen exterior de Espa�a a trav�s de las Fuerzas Armadas

- Alfredo Rodr�guez, ex jefe de protocolo del Ministerio de Defensa, participa en un ciclo de conferencia organizado por la Asociaci�n de la Prensa de Vigo con motivo del primer centenario de dicha instituci�n.

 

 [marzo de 2009]

 

Con motivo de la celebraci�n del primer centenario de la Asociaci�n de la Prensa de Vigo, esta entidad, con la colaboraci�n de Caixanova, est� organizando un ciclo de conferencias de diversos temas con numerosos ponentes de gran nivel. La pasada semana acudi� Alfredo Rodr�guez, ex jefe de protocolo del Ministerio de Defensa, para hablar de la importancia de las Fuerzas Armadas para reforzar la imagen exterior que se tiene de Espa�a, sirviendo por tanto el ej�rcito en su conjunto como herramienta para la diplomacia p�blica. Desde esta publicaci�n queremos agradecer a Alfredo Rodr�guez su colaboraci�n al compartir con nuestros lectores la conferencia que imparti� la pasada semana, y que reproducimos a continuaci�n:

Se�oras y se�ores, buenas tardes.

Quiero ante todo, nobleza obliga, agradecer a la Asociaci�n de la Prensa de Vigo, a Caixanova y, muy en especial, a mi amigo Fernando Ramos, el Dr. Ramos, que se hayan acordado de m� para participar en este ciclo de conferencias con motivo del primer centenario de dicha asociaci�n, para hablar de un concepto en el que subyace, si no de forma expl�cita s� de hecho, la diplomacia p�blica espa�ola y, por tanto, las Fuerzas Armadas como herramientas de esa diplomacia p�blica.

Por supuesto, vaya mi felicitaci�n m�s calurosa a la asociaci�n; un centenario de asociacionismo para una profesi�n tan relativamente joven es todo un hecho que merece la pena rese�ar.

Como les dec�a, la ponencia de hoy, su t�tulo, sugieren si no de forma expl�cita si de hecho un concepto poco difundido en Espa�a y que es, a su vez, un tanto complicado, del que pocos autores han escrito: la diplomacia p�blica, por algunos conocida como diplomacia blanda.

Lo que hoy voy a exponerles se basa en mis a�os de experiencia en dos gabinetes que, de un modo u otro, han forjado mis conocimientos y mi opini�n sobre el particular.

A lo largo de estos �ltimos diecis�is a�os, he trabajado, casi cuatro de ellos en el Gabinete del jefe del Estado Mayor de la Defensa como oficial de relaciones p�blicas, y el resto en el Gabinete del Ministro de Defensa, como segundo jefe y, posteriormente, como jefe, o director, del departamento de Protocolo y como asesor del Ministro. Por tanto, en un mudo estrechamente ligado a la comunicaci�n y, desde luego, como un soporte m�s de la imagen del departamento.

Mi tarea, la de mi equipo, era la de organizar eventos; y entre ellos, los viajes a las misiones de las Fuerzas Armadas en el exterior, lo que me ha permitido conocer esas misiones y comprobar c�mo nuestros soldados ondean bien alto nuestra Bandera, con orgullo y con la m�xima dignidad por todo el Mundo.

Quiero mostrarles, a lo largo de los pr�ximos minutos, c�mo los ej�rcitos espa�oles (los de cualquier pa�s para su naci�n), son uno de los muchos elementos que configuran la imagen exterior de Espa�a.

Las misiones de paz que nuestros ej�rcitos vienen desempe�ando en los �ltimos a�os fuera de las fronteras de Espa�a, en pa�ses lejanos y muy desafortunados, han dejado, dejan, una huella perenne en los lugares, en las tierras en donde se produce esa ayuda, tenga la forma que tenga.

Adem�s, esa entrega permanente al servicio de los dem�s ha causado tambi�n un innegable beneficio interno a las propias Fuerzas Armadas, a las que la opini�n p�blica espa�ola valora muy por encima de otras instituciones del Estado.

Pero analicemos c�mo se producen esos beneficios.

La imagen exterior de un pa�s, buena o mala, se fomenta de varias maneras muy diversas.

Una de ellas est� constituida por los estereotipos. Espa�a hace apenas cuarenta a�os casi s�lo era conocida por estar bajo una dictadura, y por sus estereotipos. Si no decimos al exterior lo que somos, alguien se encargar� de decir lo que no somos; esta m�xima de la Comunicaci�n, se cumpl�a en mucha medida en esa �poca. Si se preguntaba en el extranjero por Espa�a, �ramos el pa�s de las casta�uelas y las sevillanas, de la paella, el sol y las corridas de toros, con todos mis respetos para todas estas costumbres nacionales. El turismo se llevaba de nosotros esa imagen que no era contrarrestada por ning�n m�todo programado para hacerlo.

Era consecuencia de la �poca, de la ausencia de relaciones exteriores. �Era una mala imagen? Eso depende de c�mo lo veamos.

Hoy, no nos enga�emos, una parte de esa imagen sigue vigente, y no nos debe molestar, porque forma parte de nosotros. Pero gracias a la acci�n exterior, tanto en su versi�n de diplomacia convencional como a trav�s de las herramientas de la diplomacia p�blica, lo que algunos autores han venido en llamar diplomacia blanda, o de tercera v�a, tenemos tambi�n otros elementos que se han incorporado a los estereotipos.

Incluso las comunidades aut�nomas, con sus herramientas propias de diplomacia p�blica, contribuyen a la imagen del conjunto de la sociedad espa�ola.

Como ya han intuido, la diplomacia p�blica y las pol�ticas de marca pa�s en general (valores, activos, fortalezas y debilidades que constituyen lo que se conoce como la imagen-pa�s), y de Marca Espa�a en nuestro caso, son la gesti�n de la imagen p�blica en el m�ximo nivel: las relaciones internacionales.

Todos coincidimos en que la imagen es un bien p�blico, porque contribuye a fortalecer la imagen de los bienes privados. Si la imagen de Espa�a es buena, lo son las im�genes de sus partes. Si la imagen de una marca es la adecuada, los productos que la integran tendr�n, a priori, una buena imagen heredada.

As�, la diplomacia de tercera v�a es la suma de todas las actividades de comunicaci�n exterior dirigidas a �lites o l�deres de opini�n, y a la opini�n p�blica general; y el objetivo es influir a medio y largo plazo y de manera positiva en la imagen y en la percepci�n de un pa�s en otro u otros.

Pues bien, si de influir en la opini�n p�blica externa hablamos, hay una instituci�n que sale fuera en masa, si me permiten la expresi�n. Que se pega al terreno en donde aterriza y se deja la piel en su empe�o diario, paseando con orgullo la bandera y el idioma espa�oles, haciendo de lluvia fina en esa opini�n p�blica y publicada. Son nuestras Fuerzas Armadas.

Pues bien, centr�ndonos en esta herramienta de diplomacia p�blica, que tambi�n lo es de muchas otras cosas, claro, la opini�n que les expresar� a continuaci�n est� forjada por las condiciones anteriores que les cont� al principio de mi intervenci�n.

Ingres� en las FAS hace casi 32 a�os como alumno de “la General” y he hecho muchas cosas en mi vida desde aquel 27 de julio de 1977. Entre otras cosas, he visto y sufrido (en el buen sentido de la palabra) la evoluci�n de nuestras Fuerzas Armadas en todos estos a�os.

Inici� mi andadura profesional en el 83, ya teniente, en un Ej�rcito metido en s� mismo, en unas Fuerzas Armadas muy diversas, muy distintas entre s�, entre los diversos ej�rcitos que las componen; pero ya en esa �poca empezaban a despuntar hacia lo internacional, con t�midos intentos de salir a la calle, a donde estaban el resto de las FAS del entorno Occidental, especialmente la Armada y un poco el Ej�rcito del Aire.

Antes, salir al extranjero en misiones o cursos era un premio o un logro personal.

Hoy, hacer lo mismo es una obligaci�n que, quien no la cumple, ve mermadas sus expectativas de futuro.

Algo similar pasa con la imagen de las FAS.

En un pa�s con una fuerte tradici�n de divisi�n de la opini�n p�blica, los Ej�rcitos han tenido que remar, en muchos casos contra la corriente, para forjarse una imagen como la que hoy tienen ante la sociedad. A veces, hemos tenido que ir contra la corriente por errores propios. Otras, por prejuicios ajenos.

Justo es reconocer errores propios, como ciertas actividades de fondo que culminaron con el intento de golpe de estado del 23F, que en absoluto contribuyeron a mejorar nuestra imagen.

Desde ese hito hist�rico, que situ� la popularidad de las FAS en las cotas m�s bajas, hasta la actualidad, en que los militares tienen una imagen consolidada de lealtad, firmeza, preparaci�n, amor a la Patria y obediencia, han ocurrido muchas cosas.

Si me permiten un par�ntesis, puedo decir con orgullo que a lo largo de estos diecis�is a�os he conocido a muchos pol�ticos. Todos ellos se han indo del Ministerio, cuando ha tocado, con una inmejorable opini�n del estamento militar.

Como les dec�a, en el transcurso de los a�os han sucedido muchos cambios; adem�s de la l�gica modernizaci�n de estructuras, material y mentalidades, otro de los factores decisivos ha sido la participaci�n de nuestros militares en misiones de paz, humanitarias o, las m�s dif�ciles, de interposici�n. Unas, bien conocidas; otras, a penas publicitadas (especialmente las primeras). Unas, como cascos azules. Otras, como tropas de la OTAN. Otras como integrantes de una coalici�n internacional.

La participaci�n oficial de Espa�a en misiones de NNUU se inici� en 1989, aunque ya se hab�a participado en misiones espor�dicas con anterioridad. Desde entonces, 1989, hasta ahora, hemos participado en 53 misiones de ayuda humanitaria y operaciones de mantenimiento de la paz, en las que han trabajado cerca de 75.000 militares, con un coste estimado que supera, con las �ltimas acciones, los 3.500 millones de euros.

En 1992 se produjo un aumento de misiones, al participar activamente en Bosnia durante 15 a�os.

En 2003 se alcanz� el m�ximo de 3.600 efectivos en Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganist�n e Irak.

En la actualidad, el esfuerzo m�ximo est� en unos 3.000 soldados y tenemos presencia en Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganist�n, L�bano, Chad y el Cuerno de �frica.

Adem�s, hemos estado en Hait�, Congo, Turqu�a (1� guerra del Golfo), El Salvador y otros pa�ses de Centroam�rica, como Honduras y Nicaragua; en Angola, Albania y otros.

Este esfuerzo nos ha costado 148 vidas. Y cuando digo que nos ha costado, lo digo incluyendo de forma consciente a todos los aqu� presentes. Porque las Fuerzas Armadas no son otra cosa que una parte muy importante de nuestro pueblo.

C�mo afecta esto a la imagen de las Fuerzas Armadas. La respuesta la tiene el p�blico; es decir, ustedes.

Las encuestas entre 1997 y 2007 sobre si se est� o no de acuerdo con la participaci�n de las FAS en misiones de paz revelan que, con un pico m�ximo del 97% en 2005, los espa�oles que est�n de acuerdo oscilan entre el 94% en 1997 y el 95,1 en 2007.

M�s reveladora es la pregunta sobre si “tras la participaci�n de Espa�a en misiones de paz, �dir�a usted que su opini�n sobre las FAS espa�olas…?

�        Ha mejorado: un 51,3 en 1997; un 46,7 en 2007 y un pico del 59,2% en 2000.

�        Ha empeorado: niveles del 4 al 5%.

�        Se ha mantenido: 38,9 en el 97; 43,3 en el 2007 (pico).

Es decir, reflejan estas encuestas que las misiones de paz han mejorado sustancialmente la imagen de las Fuerzas Armadas entre la opini�n p�blica en Espa�a.

Esto es muy importante. La percepci�n que alguien tiene de s� mismo contribuye reforzarse ante los dem�s; en este caso, ante los pa�ses de nuestro entorno.

En cuanto el grado de justificaci�n de la opini�n publica de acciones militares, var�a en funci�n del tipo de acci�n. A saber:

�        Uso de la fuerza para defender intereses espa�oles: 50%.

�        Ayuda humanitaria en caso de cat�strofes naturales: 48%.

�        Lucha contra el terrorismo internacional: 40-76%.

�        Ayuda a un pa�s amigo atacado: 27%.

�        Acciones OTAN: 25%.

Pero todo esto son cifras. Meras cifras. Las estad�sticas y las encuestas, a menudo, no son fiables. Ejemplos de ello los tenemos en las elecciones.

Lo que cuenta es el sentimiento. �Qu� siente uno cuando visita las tropas m�s all� de nuestras fronteras?

En los �ltimos 16 a�os he tenido la ocasi�n de organizar y efectuar visitas de altos cargos del Estado, desde el Rey o el Pr�ncipe, hasta el presidente o vicepresidentes del Gobierno, y distintos ministros, a nuestras tropas en el exterior. Tambi�n de alguna autoridad que, a�n espa�ola, representaba intereses comunitarios, como Javier Solana.

Ello me ha permitido contemplar de primera mano la evoluci�n de las misiones, en todos los sentidos y, especialmente, en cuatro aspectos:

- La experiencia adquirida.

- La imagen hacia la opini�n p�blica espa�ola.

- La imagen hacia las FAS de otros pa�ses.

- La imagen hacia la opini�n p�blica del pa�s.

En t�rminos de imagen, por tanto, planteo esta reflexi�n.

El primero de los aspectos, la experiencia, que se ha adquirido con el paso del tiempo como es l�gico, es innegable en la actualidad y contribuye a afianzar la confianza de los protagonistas y, por otra parte, la imagen; es decir, los otros tres aspectos: a mayor experiencia, mejor imagen.

Los otros aspectos son independientes entre s�, aunque no al 100%.

La imagen que la opini�n p�blica espa�ola tiene de las FAS, ha mejorado enormemente, como indican las encuestas. Ya sea por participaci�n en misiones de paz, de ayuda humanitaria, o de otro tipo de acciones.

Espa�a se ha dado cuenta de que cuenta con unas FAS modernas, preparadas (especialmente en el plano humano) y dispuestas, capaces de llevar bien alta la Bandera por todo el mundo, a costa a veces de sacrificios m�ximos, y siempre de la vida y de los intereses personales de sus integrantes.

Adem�s, y aqu� empieza la diplomacia p�blica, las FAS de otros pa�ses han podido constatar el grado de preparaci�n y la profesionalidad de los militares espa�oles, lo que redunda en beneficio de nuestra querida naci�n.

He podido comprobarlo personalmente en ejercicios, misiones y visitas a pa�ses de nuestro entorno y de otros continentes, en donde nuestros profesionales se han ganado el respeto y la admiraci�n de sus colegas.

Por �ltimo, tambi�n han dejado bien alto el pabell�n espa�ol en el pa�s en donde han actuado; y no s�lo por el grado de preparaci�n y profesionalidad, sino por sus dotes de liderazgo, capacidad diplom�tica y mano izquierda.

Se han logrado acuerdos entre partes en conflicto sentados alrededor de una mesa con un poco de jam�n, pan y vino.

Se ha conseguido poner paz all� donde s�lo hay miseria; desolaci�n y caos.

Pero es m�s, nuestros soldados (y hay que decirlo) han contribuido con sus propias raciones de previsi�n o su dinero a que otros puedan salir adelante.

Si me permiten otra an�cdota, les dir� que hace dos a�os viaj� con cierta frecuencia a Nicaragua para asesorar al Ej�rcito en materia de organizaci�n de eventos y de Protocolo y ceremonial. En una de esas ocasiones, en las que �bamos a recoger militares de Centroam�rica para trasladarlos a Espa�a a hacer un curso, unas auxiliares de vuelo del Ej�rcito del Aire, recogieron de la calle, de motu propio, a un grupo de ni�os para llevarles a un restaurante a comer; pero iban descalzos, as� que antes pasaron por una zapater�a a comprarles zapatos; todo ello con su dinero. �No significa nada ese gesto?

Por mi parte, he visto con mis propios ojos como personas de todas las edades en Bosnia-Herzegovina, Kosovo o Afganist�n, por poner alg�n ejemplo, salen al paso de convoyes con la Bandera de Espa�a a aplaudirles y darles las gracias.

Hemos construido escuelas, reconstruido casas, elevado puentes, tendido comunicaciones, restaurado o construido carreteras y pistas de aeropuertos, y un largo etc�tera de acciones, adem�s de dar de comer a cientos de miles de personas.

Cachemira, donde tuve la ocasi�n de estar dos veces tras el terremoto de 2005, es un claro ejemplo.

Cachemira, esto es de dominio p�blico, es un nido de terroristas. Uno no puede hacerse una idea de qu� es esta zona del Mundo mientras no haya estado all�.

Hombres, mujeres, ni�os: suciedad, mala o nula alimentaci�n, enfermedades, armas, animales. Todos estos factores conviven en un mundo hostil para todos.

Las calles de las poblaciones est�n visiblemente se�alizadas con pancartas de colores que indican el grupo terrorista que las domina.

El peligro se siente en cada esquina; y doy fe de ello, porque tuve la ocasi�n de estar en la zona dos veces.

Pues bien, all� tambi�n, nuestro Ej�rcito ha sabido dar lo mejor de s� mismo a los dem�s; tengo el orgullo de haber comprobado c�mo nuestras tropas, adem�s de repartir la comida estipulada, repart�an la suya propia. Y su ropa cuando lleg� el fr�o.

El que siembra viento, recoge tempestades. El que siembra amor y cari�o, recoge m�s de lo mismo. Y, sobre todo, cumple con un compromiso de darse a los dem�s; a veces, casi siempre, a cambio de nada.

Eso mismo, lo he comprobado en Bosnia-Herzegovina hace a�os; no tantos en Kosovo o Hait�. Y mucho menos en Afganist�n o L�bano, por poner s�lo algunos ejemplos.

Hace algo m�s de un a�o, preparando en L�bano una visita que luego realiz� el presidente del Gobierno, un oficial del Ej�rcito liban�s me invit� a tomar un t� en su casa y a conocer a su familia.

Lo que inicialmente era un t�, se convirti� en casi una fiesta. En pleno pueblo cercado por Hizbul� (“El Partido de Dios”), recib�, sin merecerlo personalmente, el agradecimiento de la familia de este oficial hacia los espa�oles. Por su buen hacer, por su entrega, por su esfuerzo.

Por cierto, asist� a una misa en el acuartelamiento espa�ol ofrecida a la Virgen Inmaculada, y me result� especialmente emocionante que el coro, liban�s, cantase villancicos en �rabe. Jam�s hab�a escuchado cantos cristianos en lengua �rabe. Pero el coro tambi�n cant� en espa�ol. Nuestro contingente da clases de nuestra querida lengua a los libaneses del sur, en estrecha colaboraci�n con el Instituto Cervantes. Eso tambi�n es diplomacia p�blica.

Adem�s, otros contingentes lo hacen en Quala-e-Now, y lo hicieron en Bosnia-Herzegovina o lo hacen Kosovo, donde tienen un programa de radio en espa�ol del estilo del de la pel�cula Good Morning Vietnam.

As�, podr�a poner innumerables ejemplos de acciones que mejoran la imagen de las FAS y de Espa�a, antes incluso de plantear una campa�a de relaciones p�blicas; o, mejor, sin necesidad de ello.

Porque lo que hacen nuestras tropas en el exterior, distinto de las acciones y misiones inherentes a su presencia, no son actos programados. Son acciones que les salen de dentro del coraz�n.

Cuando un soldado da una chocolatina a un ni�o, o le regala su boina, o le hace una caranto�a, no est� pensando en la foto; no, est� d�ndose a s� mismo. Est� queriendo al pr�jimo sin pedir nada a cambio.

Cuando un soldado se emociona, lo hace sin pensar, sin querer, sin darse cuenta; tambi�n, sin verg�enza. Pero, adem�s, deja huella, en los dem�s y en s� mismo.

Afganist�n, un pueblo en la Edad Media (aclaro, en nuestra Edad Media; sirva este dato s�lo como referencia, no como definici�n de un per�odo hist�rico), talibanes aparte, quiere a nuestras tropas.

Y as�, todos los pueblos a los que hemos ayudado, contribuyendo a que la imagen, no s�lo de las FAS, sino de Espa�a como pa�s, sea respetada en todo el mundo.

Por tanto, podemos concluir que nuestras Fuerzas Armadas en el exterior contribuyen de forma decisiva y muy positiva a la buena imagen de nuestro pa�s, y adem�s de ser una herramienta de la diplomacia p�blica, luciendo sus s�mbolos contribuyen a fomentar lo que se ha dado en llamar “Marca Espa�a”.

La prueba la tienen en el reciente nombramiento del Buque Escuela Juan Sebasti�n de Elcano como Embajador Honorario de la Marca Espa�a 2009.

Muchas gracias por su atenci�n.

(REDACCI�N EIP)

 

 

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