Se�oras y
se�ores, buenas tardes.
Quiero ante todo,
nobleza obliga, agradecer a la Asociaci�n de la Prensa de Vigo, a
Caixanova y, muy en especial, a mi amigo Fernando Ramos, el Dr. Ramos,
que se hayan acordado de m� para participar en este ciclo de
conferencias con motivo del primer centenario de dicha asociaci�n, para
hablar de un concepto en el que subyace, si no de forma expl�cita s� de
hecho, la diplomacia p�blica espa�ola y, por tanto, las Fuerzas Armadas
como herramientas de esa diplomacia p�blica.
Por supuesto,
vaya mi felicitaci�n m�s calurosa a la asociaci�n; un centenario de
asociacionismo para una profesi�n tan relativamente joven es todo un
hecho que merece la pena rese�ar.
Como les dec�a,
la ponencia de hoy, su t�tulo, sugieren si no de forma expl�cita si de
hecho un concepto poco difundido en Espa�a y que es, a su vez, un tanto
complicado, del que pocos autores han escrito: la diplomacia p�blica,
por algunos conocida como diplomacia blanda.
Lo que hoy voy a
exponerles se basa en mis a�os de experiencia en dos gabinetes que, de
un modo u otro, han forjado mis conocimientos y mi opini�n sobre el
particular.
A lo largo de
estos �ltimos diecis�is a�os, he trabajado, casi cuatro de ellos en el
Gabinete del jefe del Estado Mayor de la Defensa como oficial de
relaciones p�blicas, y el resto en el Gabinete del Ministro de Defensa,
como segundo jefe y, posteriormente, como jefe, o director, del
departamento de Protocolo y como asesor del Ministro. Por tanto, en un
mudo estrechamente ligado a la comunicaci�n y, desde luego, como un
soporte m�s de la imagen del departamento.
Mi tarea, la de
mi equipo, era la de organizar eventos; y entre ellos, los viajes a las
misiones de las Fuerzas Armadas en el exterior, lo que me ha permitido
conocer esas misiones y comprobar c�mo nuestros soldados ondean bien
alto nuestra Bandera, con orgullo y con la m�xima dignidad por todo el
Mundo.
Quiero
mostrarles, a lo largo de los pr�ximos minutos, c�mo los ej�rcitos
espa�oles (los de cualquier pa�s para su naci�n), son uno de los muchos
elementos que configuran la imagen exterior de Espa�a.
Las misiones de
paz que nuestros ej�rcitos vienen desempe�ando en los �ltimos a�os fuera
de las fronteras de Espa�a, en pa�ses lejanos y muy desafortunados, han
dejado, dejan, una huella perenne en los lugares, en las tierras en
donde se produce esa ayuda, tenga la forma que tenga.
Adem�s, esa
entrega permanente al servicio de los dem�s ha causado tambi�n un
innegable beneficio interno a las propias Fuerzas Armadas, a las que la
opini�n p�blica espa�ola valora muy por encima de otras instituciones
del Estado.
Pero analicemos
c�mo se producen esos beneficios.
La imagen
exterior de un pa�s, buena o mala, se fomenta de varias maneras muy
diversas.
Una de ellas est�
constituida por los estereotipos. Espa�a hace apenas cuarenta a�os casi
s�lo era conocida por estar bajo una dictadura, y por sus estereotipos.
Si no decimos al exterior lo que somos, alguien se encargar� de decir lo
que no somos; esta m�xima de la Comunicaci�n, se cumpl�a en mucha medida
en esa �poca. Si se preguntaba en el extranjero por Espa�a, �ramos el
pa�s de las casta�uelas y las sevillanas, de la paella, el sol y las
corridas de toros, con todos mis respetos para todas estas costumbres
nacionales. El turismo se llevaba de nosotros esa imagen que no era
contrarrestada por ning�n m�todo programado para hacerlo.
Era consecuencia
de la �poca, de la ausencia de relaciones exteriores. �Era una mala
imagen? Eso depende de c�mo lo veamos.
Hoy, no nos
enga�emos, una parte de esa imagen sigue vigente, y no nos debe
molestar, porque forma parte de nosotros. Pero gracias a la acci�n
exterior, tanto en su versi�n de diplomacia convencional como a trav�s
de las herramientas de la diplomacia p�blica, lo que algunos autores han
venido en llamar diplomacia blanda, o de tercera v�a, tenemos tambi�n
otros elementos que se han incorporado a los estereotipos.
Incluso las
comunidades aut�nomas, con sus herramientas propias de diplomacia
p�blica, contribuyen a la imagen del conjunto de la sociedad espa�ola.
Como ya han
intuido, la diplomacia p�blica y las pol�ticas de marca pa�s en general
(valores, activos, fortalezas y debilidades que constituyen lo que se
conoce como la imagen-pa�s), y de Marca Espa�a en nuestro caso, son la
gesti�n de la imagen p�blica en el m�ximo nivel: las relaciones
internacionales.
Todos coincidimos
en que la imagen es un bien p�blico, porque contribuye a fortalecer la
imagen de los bienes privados. Si la imagen de Espa�a es buena, lo son
las im�genes de sus partes. Si la imagen de una marca es la adecuada,
los productos que la integran tendr�n, a priori, una buena imagen
heredada.
As�, la
diplomacia de tercera v�a es la suma de todas las actividades de
comunicaci�n exterior dirigidas a �lites o l�deres de opini�n, y a la
opini�n p�blica general; y el objetivo es influir a medio y largo plazo
y de manera positiva en la imagen y en la percepci�n de un pa�s en otro
u otros.
Pues bien, si de
influir en la opini�n p�blica externa hablamos, hay una instituci�n que
sale fuera en masa, si me permiten la expresi�n. Que se pega al terreno
en donde aterriza y se deja la piel en su empe�o diario, paseando con
orgullo la bandera y el idioma espa�oles, haciendo de lluvia fina en esa
opini�n p�blica y publicada. Son nuestras Fuerzas Armadas.
Pues bien,
centr�ndonos en esta herramienta de diplomacia p�blica, que tambi�n lo
es de muchas otras cosas, claro, la opini�n que les expresar� a
continuaci�n est� forjada por las condiciones anteriores que les cont�
al principio de mi intervenci�n.
Ingres� en las
FAS hace casi 32 a�os como alumno de “la General” y he hecho muchas
cosas en mi vida desde aquel 27 de julio de 1977. Entre otras cosas, he
visto y sufrido (en el buen sentido de la palabra) la evoluci�n de
nuestras Fuerzas Armadas en todos estos a�os.
Inici� mi
andadura profesional en el 83, ya teniente, en un Ej�rcito metido en s�
mismo, en unas Fuerzas Armadas muy diversas, muy distintas entre s�,
entre los diversos ej�rcitos que las componen; pero ya en esa �poca
empezaban a despuntar hacia lo internacional, con t�midos intentos de
salir a la calle, a donde estaban el resto de las FAS del entorno
Occidental, especialmente la Armada y un poco el Ej�rcito del Aire.
Antes, salir al
extranjero en misiones o cursos era un premio o un logro personal.
Hoy, hacer lo
mismo es una obligaci�n que, quien no la cumple, ve mermadas sus
expectativas de futuro.
Algo similar pasa
con la imagen de las FAS.
En un pa�s con
una fuerte tradici�n de divisi�n de la opini�n p�blica, los Ej�rcitos
han tenido que remar, en muchos casos contra la corriente, para forjarse
una imagen como la que hoy tienen ante la sociedad. A veces, hemos
tenido que ir contra la corriente por errores propios. Otras, por
prejuicios ajenos.
Justo es
reconocer errores propios, como ciertas actividades de fondo que
culminaron con el intento de golpe de estado del 23F, que en absoluto
contribuyeron a mejorar nuestra imagen.
Desde ese hito
hist�rico, que situ� la popularidad de las FAS en las cotas m�s bajas,
hasta la actualidad, en que los militares tienen una imagen consolidada
de lealtad, firmeza, preparaci�n, amor a la Patria y obediencia, han
ocurrido muchas cosas.
Si me permiten un
par�ntesis, puedo decir con orgullo que a lo largo de estos diecis�is
a�os he conocido a muchos pol�ticos. Todos ellos se han indo del
Ministerio, cuando ha tocado, con una inmejorable opini�n del estamento
militar.
Como les dec�a,
en el transcurso de los a�os han sucedido muchos cambios; adem�s de la
l�gica modernizaci�n de estructuras, material y mentalidades, otro de
los factores decisivos ha sido la participaci�n de nuestros militares en
misiones de paz, humanitarias o, las m�s dif�ciles, de interposici�n.
Unas, bien conocidas; otras, a penas publicitadas (especialmente las
primeras). Unas, como cascos azules. Otras, como tropas de la OTAN.
Otras como integrantes de una coalici�n internacional.
La participaci�n
oficial de Espa�a en misiones de NNUU se inici� en 1989, aunque ya se
hab�a participado en misiones espor�dicas con anterioridad. Desde
entonces, 1989, hasta ahora, hemos participado en 53 misiones de ayuda
humanitaria y operaciones de mantenimiento de la paz, en las que han
trabajado cerca de 75.000 militares, con un coste estimado que supera,
con las �ltimas acciones, los 3.500 millones de euros.
En 1992 se
produjo un aumento de misiones, al participar activamente en Bosnia
durante 15 a�os.
En 2003 se
alcanz� el m�ximo de 3.600 efectivos en Bosnia-Herzegovina, Kosovo,
Afganist�n e Irak.
En la actualidad,
el esfuerzo m�ximo est� en unos 3.000 soldados y tenemos presencia en
Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganist�n, L�bano, Chad y el Cuerno de
�frica.
Adem�s, hemos
estado en Hait�, Congo, Turqu�a (1� guerra del Golfo), El Salvador y
otros pa�ses de Centroam�rica, como Honduras y Nicaragua; en Angola,
Albania y otros.
Este esfuerzo nos
ha costado 148 vidas. Y cuando digo que nos ha costado, lo digo
incluyendo de forma consciente a todos los aqu� presentes. Porque las
Fuerzas Armadas no son otra cosa que una parte muy importante de nuestro
pueblo.
C�mo afecta esto
a la imagen de las Fuerzas Armadas. La respuesta la tiene el p�blico; es
decir, ustedes.
Las encuestas
entre 1997 y 2007 sobre si se est� o no de acuerdo con la participaci�n
de las FAS en misiones de paz revelan que, con un pico m�ximo del 97% en
2005, los espa�oles que est�n de acuerdo oscilan entre el 94% en 1997 y
el 95,1 en 2007.
M�s reveladora es
la pregunta sobre si “tras la participaci�n de Espa�a en misiones de
paz, �dir�a usted que su opini�n sobre las FAS espa�olas…?
�
Ha
mejorado: un 51,3 en 1997; un 46,7 en 2007 y un pico del 59,2% en 2000.
�
Ha
empeorado: niveles del 4 al 5%.
�
Se ha
mantenido: 38,9 en el 97; 43,3 en el 2007 (pico).
Es decir,
reflejan estas encuestas que las misiones de paz han mejorado
sustancialmente la imagen de las Fuerzas Armadas entre la opini�n
p�blica en Espa�a.
Esto es muy
importante. La percepci�n que alguien tiene de s� mismo contribuye
reforzarse ante los dem�s; en este caso, ante los pa�ses de nuestro
entorno.
En cuanto el
grado de justificaci�n de la opini�n publica de acciones militares,
var�a en funci�n del tipo de acci�n. A saber:
�
Uso de la
fuerza para defender intereses espa�oles: 50%.
�
Ayuda
humanitaria en caso de cat�strofes naturales: 48%.
�
Lucha
contra el terrorismo internacional: 40-76%.
�
Ayuda a un
pa�s amigo atacado: 27%.
�
Acciones
OTAN: 25%.
Pero todo esto
son cifras. Meras cifras. Las estad�sticas y las encuestas, a menudo, no
son fiables. Ejemplos de ello los tenemos en las elecciones.
Lo que cuenta es
el sentimiento. �Qu� siente uno cuando visita las tropas m�s all� de
nuestras fronteras?
En los �ltimos 16
a�os he tenido la ocasi�n de organizar y efectuar visitas de altos
cargos del Estado, desde el Rey o el Pr�ncipe, hasta el presidente o
vicepresidentes del Gobierno, y distintos ministros, a nuestras tropas
en el exterior. Tambi�n de alguna autoridad que, a�n espa�ola,
representaba intereses comunitarios, como Javier Solana.
Ello me ha
permitido contemplar de primera mano la evoluci�n de las misiones, en
todos los sentidos y, especialmente, en cuatro aspectos:
- La experiencia
adquirida.
- La imagen hacia
la opini�n p�blica espa�ola.
- La imagen hacia
las FAS de otros pa�ses.
- La imagen hacia
la opini�n p�blica del pa�s.
En t�rminos de
imagen, por tanto, planteo esta reflexi�n.
El primero de los
aspectos, la experiencia, que se ha adquirido con el paso del tiempo
como es l�gico, es innegable en la actualidad y contribuye a afianzar la
confianza de los protagonistas y, por otra parte, la imagen; es decir,
los otros tres aspectos: a mayor experiencia, mejor imagen.
Los otros
aspectos son independientes entre s�, aunque no al 100%.
La imagen que la
opini�n p�blica espa�ola tiene de las FAS, ha mejorado enormemente, como
indican las encuestas. Ya sea por participaci�n en misiones de paz, de
ayuda humanitaria, o de otro tipo de acciones.
Espa�a se ha dado
cuenta de que cuenta con unas FAS modernas, preparadas (especialmente en
el plano humano) y dispuestas, capaces de llevar bien alta la Bandera
por todo el mundo, a costa a veces de sacrificios m�ximos, y siempre de
la vida y de los intereses personales de sus integrantes.
Adem�s, y aqu�
empieza la diplomacia p�blica, las FAS de otros pa�ses han podido
constatar el grado de preparaci�n y la profesionalidad de los militares
espa�oles, lo que redunda en beneficio de nuestra querida naci�n.
He podido
comprobarlo personalmente en ejercicios, misiones y visitas a pa�ses de
nuestro entorno y de otros continentes, en donde nuestros profesionales
se han ganado el respeto y la admiraci�n de sus colegas.
Por �ltimo,
tambi�n han dejado bien alto el pabell�n espa�ol en el pa�s en donde han
actuado; y no s�lo por el grado de preparaci�n y profesionalidad, sino
por sus dotes de liderazgo, capacidad diplom�tica y mano izquierda.
Se han logrado
acuerdos entre partes en conflicto sentados alrededor de una mesa con un
poco de jam�n, pan y vino.
Se ha conseguido
poner paz all� donde s�lo hay miseria; desolaci�n y caos.
Pero es m�s,
nuestros soldados (y hay que decirlo) han contribuido con sus propias
raciones de previsi�n o su dinero a que otros puedan salir adelante.
Si me permiten
otra an�cdota, les dir� que hace dos a�os viaj� con cierta frecuencia a
Nicaragua para asesorar al Ej�rcito en materia de organizaci�n de
eventos y de Protocolo y ceremonial. En una de esas ocasiones, en las
que �bamos a recoger militares de Centroam�rica para trasladarlos a
Espa�a a hacer un curso, unas auxiliares de vuelo del Ej�rcito del Aire,
recogieron de la calle, de motu propio, a un grupo de ni�os para
llevarles a un restaurante a comer; pero iban descalzos, as� que antes
pasaron por una zapater�a a comprarles zapatos; todo ello con su dinero.
�No significa nada ese gesto?
Por mi parte, he
visto con mis propios ojos como personas de todas las edades en
Bosnia-Herzegovina, Kosovo o Afganist�n, por poner alg�n ejemplo, salen
al paso de convoyes con la Bandera de Espa�a a aplaudirles y darles las
gracias.
Hemos construido
escuelas, reconstruido casas, elevado puentes, tendido comunicaciones,
restaurado o construido carreteras y pistas de aeropuertos, y un largo
etc�tera de acciones, adem�s de dar de comer a cientos de miles de
personas.
Cachemira, donde
tuve la ocasi�n de estar dos veces tras el terremoto de 2005, es un
claro ejemplo.
Cachemira, esto
es de dominio p�blico, es un nido de terroristas. Uno no puede hacerse
una idea de qu� es esta zona del Mundo mientras no haya estado all�.
Hombres, mujeres,
ni�os: suciedad, mala o nula alimentaci�n, enfermedades, armas,
animales. Todos estos factores conviven en un mundo hostil para todos.
Las calles de las
poblaciones est�n visiblemente se�alizadas con pancartas de colores que
indican el grupo terrorista que las domina.
El peligro se
siente en cada esquina; y doy fe de ello, porque tuve la ocasi�n de
estar en la zona dos veces.
Pues bien, all�
tambi�n, nuestro Ej�rcito ha sabido dar lo mejor de s� mismo a los
dem�s; tengo el orgullo de haber comprobado c�mo nuestras tropas, adem�s
de repartir la comida estipulada, repart�an la suya propia. Y su ropa
cuando lleg� el fr�o.
El que siembra
viento, recoge tempestades. El que siembra amor y cari�o, recoge m�s de
lo mismo. Y, sobre todo, cumple con un compromiso de darse a los dem�s;
a veces, casi siempre, a cambio de nada.
Eso mismo, lo he
comprobado en Bosnia-Herzegovina hace a�os; no tantos en Kosovo o Hait�.
Y mucho menos en Afganist�n o L�bano, por poner s�lo algunos ejemplos.
Hace algo m�s de
un a�o, preparando en L�bano una visita que luego realiz� el presidente
del Gobierno, un oficial del Ej�rcito liban�s me invit� a tomar un t� en
su casa y a conocer a su familia.
Lo que
inicialmente era un t�, se convirti� en casi una fiesta. En pleno pueblo
cercado por Hizbul� (“El Partido de Dios”), recib�, sin merecerlo
personalmente, el agradecimiento de la familia de este oficial hacia los
espa�oles. Por su buen hacer, por su entrega, por su esfuerzo.
Por cierto,
asist� a una misa en el acuartelamiento espa�ol ofrecida a la Virgen
Inmaculada, y me result� especialmente emocionante que el coro, liban�s,
cantase villancicos en �rabe. Jam�s hab�a escuchado cantos cristianos en
lengua �rabe. Pero el coro tambi�n cant� en espa�ol. Nuestro contingente
da clases de nuestra querida lengua a los libaneses del sur, en estrecha
colaboraci�n con el Instituto Cervantes. Eso tambi�n es diplomacia
p�blica.
Adem�s, otros
contingentes lo hacen en Quala-e-Now, y lo hicieron en
Bosnia-Herzegovina o lo hacen Kosovo, donde tienen un programa de radio
en espa�ol del estilo del de la pel�cula Good Morning Vietnam.
As�, podr�a poner
innumerables ejemplos de acciones que mejoran la imagen de las FAS y de
Espa�a, antes incluso de plantear una campa�a de relaciones p�blicas; o,
mejor, sin necesidad de ello.
Porque lo que
hacen nuestras tropas en el exterior, distinto de las acciones y
misiones inherentes a su presencia, no son actos programados. Son
acciones que les salen de dentro del coraz�n.
Cuando un soldado
da una chocolatina a un ni�o, o le regala su boina, o le hace una
caranto�a, no est� pensando en la foto; no, est� d�ndose a s� mismo.
Est� queriendo al pr�jimo sin pedir nada a cambio.
Cuando un soldado
se emociona, lo hace sin pensar, sin querer, sin darse cuenta; tambi�n,
sin verg�enza. Pero, adem�s, deja huella, en los dem�s y en s� mismo.
Afganist�n, un
pueblo en la Edad Media (aclaro, en nuestra Edad Media; sirva este dato
s�lo como referencia, no como definici�n de un per�odo hist�rico),
talibanes aparte, quiere a nuestras tropas.
Y as�, todos los
pueblos a los que hemos ayudado, contribuyendo a que la imagen, no s�lo
de las FAS, sino de Espa�a como pa�s, sea respetada en todo el mundo.
Por tanto,
podemos concluir que nuestras Fuerzas Armadas en el exterior contribuyen
de forma decisiva y muy positiva a la buena imagen de nuestro pa�s, y
adem�s de ser una herramienta de la diplomacia p�blica, luciendo sus
s�mbolos contribuyen a fomentar lo que se ha dado en llamar “Marca
Espa�a”.
La prueba la
tienen en el reciente nombramiento del Buque Escuela Juan Sebasti�n de
Elcano como Embajador Honorario de la Marca Espa�a 2009.
Muchas gracias
por su atenci�n.