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El regalo 'institucional': M�s all� de la cortes�a

- Art�culo de actualidad escrito por Juan Jos� Feijoo

 

 [julio de 2009]

 

Pocos se hubieran imaginado la tremenda pol�mica que se ha suscitado a nivel de Estado acerca de los “trajes, bolsos y anchoas” cuando en forma de regalo u obsequio se destinan a determinados pol�ticos. Lo que en una situaci�n de normalidad pol�tica hubiera sido precisamente un gesto de cortes�a, resulta que acaba por convertirse en un debate nacional en base a como se interpreta ese gesto.

El riesgo de c�mo se pueda entender el sentido de ese regalo que se hace a un representante del poder ejecutivo, al margen del rango y posici�n que desempene el mismo, es algo intangible y cuya medida �nicamente es posible determinar intr�nsecamente, de lo contrario, estar�amos hablando de cohecho y entonces surge el delito.

No estamos tampoco hablando de ese tipo de “detalle” cuyo valor pudiera estar afectado, por ejemplo, por la Ley 33/2003 de 3 de noviembre, del Patrimonio de las Administraciones P�blicas. En este caso, el debate se ha generado, como decimos, por una cuesti�n de trajes, bolsos… o anchoas.

En este sentido, traemos a colaci�n la Orden APU 516/2005 de 3 de marzo por la que se dispone la publicaci�n del Acuerdo del Consejo de Ministros de 18 de febrero de 2005 que aprueba el C�digo de Buen Gobierno de los miembros del Gobierno y altos cargos de la Administraci�n General del Estado. En el punto tercero denominado “Principios de conducta”, apartado seis, se dice textualmente que “se rechazar� cualquier regalo, favor o servicio en condiciones ventajosas que vaya m�s all� de los usos habituales, sociales y de cortes�a”. Y contin�a indicando en otro p�rrafo que “en el caso de obsequios de mayor significaci�n de car�cter institucional, se incorporar�n al patrimonio del Estado, en los t�rminos previstos en la Ley 33/2003 de 3 de noviembre del Patrimonio de las Administraciones P�blicas”.

La cuesti�n es, quien define espec�ficamente el margen que circunscribe la expresi�n “que vaya m�s all� de los usos habituales, sociales y de cortes�a”. A no ser que a la letra se le anadiera m�sica, o mejor dicho, guarismos que cuantifiquen ese “valor social y de cortes�a”.

Una cosa si est� clara, y es el inter�s que de un tiempo a esta parte est�n poniendo las distintas Administraciones en “normativizar” los comportamientos p�blicos de sus dirigentes, mediante leyes o c�digos de buen gobierno, buenas pr�cticas o de transparencia y donde se habla en t�rminos absolutos de valores tan inherentes a la funci�n p�blica como “objetividad, integridad, neutralidad, responsabilidad, credibilidad, imparcialidad, confidencialidad, transparencia, ejemplaridad, austeridad, eficacia, honradez…adem�s de un comportamiento �tico, leal, de buena fe y con diligencia y exhortando que no se impliquen en situaciones, actividades o intereses incompatibles con sus funciones.

Pues si a pesar de todo ese entramado normativo tendente a regular la �tica en nuestros gobernantes, todav�a estamos asistiendo a ese espect�culo bochornoso de la interpretaci�n de los regalos institucionales, entonces es que algo falla en el sistema, cuya buena salud se mide por la de sus representantes. Y no nos estamos refiriendo a ninguna dolencia v�rica.

En pol�tica, ya se ha dicho hasta la saciedad, las formas y los modos son cuestiones primordiales, pues son las primeras percepciones que un ciudadano tiene de sus gobernantes. Los buenos modales tambi�n cuentan para ellos.

(JUAN JOS� FEIJOO)

 

 

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