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La presencia de la sociedad civil en los actos oficiales genera controversia entre los profesionales |
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La percepci�n de lo correcto |
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- Fernando Ramos: "No necesariamente hay que invitar a todos a todo; hay que adecuar el acto a su verdadero sentido y dimensi�n, resaltando la representaci�n m�s acorde con su propia naturaleza" |
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[4 de abril de 2006] |
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"Acercar la ciencia del Protocolo al ideal de lo correcto", ese es el objetivo primario que mueve al autor de estas l�neas, Fernando Ramos, a hacer una reflexi�n detallada de uno de los problemas que suscita mayor controversia entre todo tipo de especialistas y profesionales: la presencia de la sociedad civil en los actos oficiales. No pretende este Doctor en Ciencias de la Informaci�n ofrecer ning�n elenco de reglas de obligatorio cumplimiento, sino tan s�lo, y como �l mismo define, una "gu�a de razonamiento". Desde su experiencia aporta una serie de pautas que creen puedan arrojar algo de luz sobre esta disyuntiva que a�n hoy sigue llevando a muchos profesionales de cabeza. Del art�culo, publicado �ntegramente en el n�mero 27 de la Revista Internacional de Protocolo, se ofrecen aqu� sus primeros p�rrafos: "El Protocolo, entendido como t�cnica para ordenar los actos de los hombres, no es una ciencia exacta. Tampoco la vida lo es. Pero, pese a estas verdades, lo cierto es que todo el mundo, en el �mbito respectivo donde se desenvuelva, posee eso que acertadamente se ha dado en llamar la percepci�n de lo correcto. En este sentido, uno de los problemas que suscita mayor controversia entre especialistas y profesionales es el modo de ordenar en las diversas situaciones -oficiales o no- la presencia de los representantes de eso que se ha dado en llamar sociedad civil, eufemismo socorrido, a veces sin el menos sentido, para englobar en el mismo saco a instituciones y personalidades muy diversas, desde corporaciones profesionales a clubes de alpinismo. Algunos profesionales del Protocolo parecen reclamar plantillas o criterios gu�a para todo, puesto que se sienten desorientados y perdidos cuando han de afrontar situaciones nuevas o n previstas. Pertenecen a este grupo quienes demandan mayor repertorio reglamentista a la hora de determinar d�nde colocar a un presidente de C�mara de Comercio a al de una asociaci�n de vecinos. Olvidan que ni el Gobierno, ni las autoridades auton�micas locales poseen capacidad -fuera de la de establecer, en cada caso, los reglamentos pertinentes de precedencias y ceremonial p�blico y oficial- para regular otro tipo de actos que escapan a su jurisdicci�n y competen, obviamente, a la esfera de quien los organiza, aunque las autoridades oficiales sean -o no- invitadas. Pero si el exceso de reglamentismo es inadecuado, entendiendo como tal la obsesi�n por que todo est� escrito, aunque no sea aplicable -porque nadie puede obligar a imponerlo-, tambi�n lo es el abandono aleatorio para ir resolviendo los problemas sobre la marcha con el criterio que a cada uno se le active en cada caso, pero sin ninguna previsi�n anterior. Pero, entonces, ?c�mo regulamos protocolariamente la sociedad civil? ?Con qu� plantilla o par�metros la ordenamos y en qu� casos? (...)." Fernando Ramos recurre a un breve y completo folleto, editado por la Diputaci�n de Lugo en 1948, como fuente de conocimiento. De ese compendio, que se titul� Protocolo oficial, extrae varios apuntes interesantes respecto a este tema, ya que ofrece una divisi�n de autoridades y representaciones muy original: contempla dos bloques, por un lado, el de "primeras autoridades" y por otro el de "todo aquel que represente algo en la ciudad". Una curiosa propuesta que reconoce honor y precedencia a las m�s curiosas instituciones y personas, desde directores de instituto hasta jueces o cofrades. Partiendo de esa f�rmula ecl�ctica, Fernando Ramos ofrece una serie de pautas para el debate y unas reglas de ordenaci�n que, quiz�s, puedan servir de gran orientaci�n al profesional del Protocolo. |
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